Jose Luis Regojo
En ningún otro sitio del mundo tiene la caligrafía tanta importancia como en China. Los pinceles, las tintas y los papeles son las mismas herramientas que se usan para la pintura. Pero la caligrafía ha sido siempre lo primero.
El pincel es muy simple: un manojo de pelos en la punta de un mango de bambú. Pero de un manejo terriblemente sutil. Su punta es tan sensible que para manejarla se necesitan varios años de aprendizaje. Hay que controlar los músculos y el espíritu, trabajando a pulso, sin apoyarse sobre la mesa, para dar fuerza y libertad al resultado final. En el corazón del manojo hay un espacio que sirve de depósito para la tinta. Y es el gesto, él solo, que da al trazo sus matices con interpretaciones hasta el infinito. Negrura, profundidad, espesor, lustre: el calígrafo puede hacerlo todo con esta crema oscura hecha con una mezcla de cenizas de madera y de cola. Es una técnica que no permite ni titubeos ni correcciones.
En estas obras he buscado el matiz estético “insípido”, “incoloro” y “vacío” del qi o soplo de cada obra para forzar al espectador a pararse y meditar.
José Luis Regojo